viernes, noviembre 03, 2006

CRÓNICAKATERBIANA

A PROPÓSITO DE “ISLAS A LA DERIVA” TREINTA AÑOS DESPUÉS, DE JOSÉ EMILIO PACHECO Y UN ENCUENTRO CON ÉL Y SU POESÍA


* Leoncio Luque


U N O
Me parece haberlo conocido desde mucho tiempo y con esa confianza que me ha dado su poesía, en especial el poemario Isla a la deriva (1976), busqué a José Emilio Pacheco, en esta última Feria de Libro que se llevó a cabo en Lima, con la única intención de cruzar algunas palabras y conversar si fuera posible sobre el libro mencionado, que tenía entre manos como un tesoro incunable desde hace mucho tiempo.
El primer día no pudo ser. Al segundo día sí. Al término de la presentación de su novela, me acerqué para mostrarle mi simpatía y afecto. Él muy amable me sonrió con esa naturaleza particular del ser humano que busca la cercanía del cariño, después del poderío de la palabra que mitifica al poeta. Le mostré el libro publicado el año 1976 editado por Siglos XXI editores, se emocionó, miró con ojos expresivos al poemario como si encontrara un hijo perdido al cual recuperara por un momento, después de largos años de extravío. Luego me preguntó desde cuándo lo tenía en mi poder (el libro, claro), yo le dije, desde hace quince años como texto de cabecera, por lo que se emocionó más y me abrazó como si le debiera algo. Alguién nos tomó una foto para abreviar el momento fugaz (foto que hasta la fecha no llega a mi casa) y en correspondencia a su afecto, le obsequié mi poemario “Crónicas de Narciso”, ediciones Noble Katerba.
Los jóvenes en particular se acercaron para conversar con José Emilio Pacheco; era comprensible el momento y la oportunidad. Ya que nos visitaba después de muchos años. El muy amable firmaba autógrafos, daba su impresión sobre las preguntas que llovía; entregó su dirección electrónica a quien solicitaba, daba consejos y todos se mostraban satisfechos. Trató de atenderme ante el tumulto de jóvenes que le abordaban para sacarle una dedicatoria, él me dijo, no te vayas, espérame, te tengo una sorpresa. Yo esperé leyendo uno de sus poemas iniciales de su libro, titulado: Horas altas, que había leído en varias oportunidades y me parecía el más indicado para el momento: En esta hora fugaz / hoy no es ayer/ y aún parece muy lejos la mañana. Hay un azoro múltiple, / extrañeza/ de estar aquí, de ser / en una hora tan feroz/que ni siquiera tiene fecha. / ¿Son las últimas horas de este ayer / o el instante en que se abre otro mañana?. Se me ha perdido el mundo/ y no sé cuándo / comienza el tiempo de empezar de nuevo. / Vamos a ciegas en la obscuridad, / caminando sin rumbo por el fuego.
Culminada la aglomeración me invitó a acompañarle. Conversamos. Se le acercaban las personas interesadas en él. Llegamos al stand de la editorial que había publicado su novela para esta Feria. Encontramos a Alonso Cueto, Premio Herralde por “La Hora Azul”, firmando autógrafos. Se repartió vino. Hubo brindis en nombre del poeta. Instalaron una mesa y una silla para que continúen firmando los autógrafos a los presentes. Definitivamente era hora aquel punta el momento, ocho de la noche. Los visitantes de la Feria se aglomeraban alrededor del stand, miraban y preguntaban quién era. Yo decía, es el poeta vivo más importante de México, absolviendo las preguntas. Seguía esperando y conmigo muchos. Él seguía firmando autógrafos y no me perdía de vista. En una de esas, encarga a una dama comprar un libro. Regresa con el encargo. José Emilio, me llama y me lo da. Es para ti me dice. Yo miro el libro y es el poemario Isla a la deriva Segunda Edición (NUEVA VERSIÓN): 2006, impreso y hecho en México. Le digo: gracias, y un abrazo fuerte a este poeta. Me lo dedica: A Leoncio, Lector ideal de este libro. Su amigo agradecido. 30 años después. José Emilio Pacheco. Yo le agradezco por el gesto, lo abrazo nuevamente y me despido, no sin antes entregarle otro de mis libros para que obsequie a quien desee en México. Y él sigue firmando autógrafos. Y yo me voy con esa experiencia de conocer al gran poeta mexicano José Emilio Pacheco, repitiendo sus versos al final de este encuentro: “En esta hora fugaz/hoy no es ayer/ y aún parece muy lejos la mañana. Hay un azoro múltiple, /extrañeza/ de estar aquí, de ser/ en una hora tan feroz/que ni siquiera tiene fecha.” Y ahora que escribo este texto, lo más importante no es una foto con el poeta, sino su presencia magnánima en el evento y lo que nos dejó. Su sensibilidad humana importa más que mil palabras en este encuentro.

D O S
La práctica de la poesía es un ejercicio de memoria, de imaginación y de inteligencia. Un trío que funciona a la perfección. Así se presenta la poesía en Isla a la deriva, poemario publicado hace treinta años (exactamente 1976), que hasta ahora nos confirma con plenitud, esa convicción poética iniciada por Emilio Pacheco. Y la prueba palpable de esta poética de rigor y libertad, es que en este libro se desplaza una sensibilidad a toda prueba con el tiempo, de preocupación humana y la presencia del mundo con los seres que se oponen al deterioro, ante el frágil poderío de la palabra, donde el espacio destruido, es señalado para volver a ser habitado.
La poesía es un bien común de la humanidad y así lo entiende José Emilio, por eso intenta cercar la individualidad, explorar otros ámbitos y otras realidades textuales que como fugaces historias iluminan el firmamento, a partir de su experiencia personal. Isla a la deriva es un poemario que pone de manifiesto el drama de la existencia humana, visto a través de un moderno prisma poético, como la historia, la naturaleza es agredida, como las aventuras de los viajes que aparecen en el espacio poético de este poemario. La calidad innegable de este poemario se mantiene en el tiempo, porque justamente, el poeta pone de manifiesto el drama de la existencia, los grandes temas de todos los tiempos, en el temperamento de un hombre de nuestros días, de alguien que entiende, cómo la destrucción es caudalosa, mitigada o redimida en ocasiones por la gracia y la generosidad del lenguaje poético, que el poeta nos trata de ilustrar para iluminar y hacernos reflexionar.
Cada página de este libro está atravesada por la conciencia de la fugacidad. Y como sabemos, el quehacer del poeta, es apenas una mirada de lo que percibimos, “entre objeto y palabras” que se escapan, muy a pesar nuestro.
La función y tarea del poeta es nombrar el mundo, traducir, traerlo a nuestro sentido, es navegar por la vida para registrar las huellas esenciales del tiempo, con una poesía que se piense a sí misma, conforme con la naturaleza.
Los títulos de este poemario sugieren un libro de navegación de lo transitorio a la deriva, pero que en palabras del poeta se traduce en iluminaciones, reflexiones, metáfora del ser humano, que a pesar de su condición fugaz y de su entorno, es capaz de conquistarnos la sensibilidad, redimida por la Poesía.

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